Cuando el 24 de junio de 1935 se estrella en Medellín el avión en que viajaba Carlos Gardel, la noticia conmueve al mundo. A la difusión masiva de sus discos, se había sumado desde 1931 la gran repercusión popular de sus películas. Todo ello eclosionó en la gira que había emprendido por Latinoamérica, y que acabaría inesperadamente en Colombia, provocando convocatorias populares nunca antes registradas, y que sólo volverían a registrarse con la aparición de los Beatles.
¿Cuáles fueron las circunstancias que hicieron posible semejante fenómeno? ¿Cómo construyó este artista el tango cantado, música de fusión de definida presencia internacional? ¿Cómo el pequeño inmigrante francés logró sintetizar en la cosmopolita Buenos Aires de comienzos del siglo XX la extraordinaria oferta musical sustentada en las migraciones internacionales y nacionales que se desparramaron por las salas de espectáculos de la ciudad? ¿Cómo se lanzó a la conquista de los principales centros internacionales, y logró imponerse como uno de los grandes referentes del canto popular?

sábado, 29 de noviembre de 2014

LA INFANCIA DE CARLOS GARDEL

La niñez de Carlos ha sido -y es- un espacio para la polémica. En este artículo, he recogido comentarios, recuerdos y afirmaciones que dieron distintos testigos sobre esa etapa de nuestro cantor.



La niñez de Carlos ha sido -y es- un espacio para la polémica. En este artículo, hemos recogido todos los comentarios, recuerdos y afirmaciones que dieron distintos testigos sobre esa etapa de nuestro cantor. Aquí vamos:

La casa de la calle Uruguay 162

"A esta ciudad en febril transformación llegaron Berta y su pequeño hijo Carlos. Madre e hijo ocuparon una habitación en la calle Uruguay 162, entre Piedad –rebautizada Bartolomé Mitre desde 1901– y Cangallo –Juan D. Perón en la actualidad–. La pieza integraba lo que comúnmente se denominaba conventillo,  en la parroquia de San Nicolás, caracterizada por la presencia de gente ligada al teatro y los espectáculos, que elegía vivir allí por su cercanía a las salas céntricas de diversión." 
(GARDEL LA BIOGRAFIA, Barsky J. y Barsky, O, 2004, Editorial Taurus, Buenos Aires).

"Cierta tarde al pasar Carlos con su cohce frente a una casa de la calle Uruguay, en compañía de su novia (por Isabel del Valle, nos), le pidió a Antonio (por Sumaje, nos) que detuviera la marcha e invitó a su novia a descender con él. Frente a la puerta de dicha casa, Carlos, señalándola, le dijo a Isabelita:

-Mirá gordita. Esta casa para mí tiene muchos recuerdos de infancia. Hablan estas viejas paredes de mis garufas de pibe, de mis primeros entreveros y te pueden decir ellas, de mis primeros berretines de mocito entonado. ¡Cuántos recuerdos queridos tiene para mí esta vieja casa!..." 
(EL GRAN AMOR EN LA VIDA DE CARLOS GARDEL: SU NOVIA ISABELITA DEL VALLE, La Canción Moderna, 1935, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

 "En la pieza que compartían Carlos y su madre estaban los pocos muebles que les habían regalado Anaís y Fortunato (Beaux y Muñiz, nos): un ropero con espejo, una cama ancha para ambos, un aparador para utensilios de cocina y una mesa de luz". 
(GARDEL LA BIOGRAFÍA, Capítulo 2, tomado de Li Causi, T. 1994, p.47)  


Berta Gardes
"Todas las mañanas, yo era quien lo despertaba con un mate, pero antes de dárselo ponía en su frente un beso, un beso al que llamábamos el saludo de Toulouse. Alguna vez, cuando me olvidaba de besarlo, Carlitos no me recibía el mate, y ponía un gesto compungido, como si le pasara algo. Y cuando yo caía en la cuenta de mi olvido y lo besaba, ¡cómo se ponía de contento mi muchacho!...(...)

Aquí tenía cuatro años. Miren qué hermoso era desde entonces. En esa época ya había en él su destino andariego, y más de una vez desapareció de mi lado, para encontrarlo más tarde en los muelles, entre otros chicuelos de su edad, viendo partir los barcos. Algo lo atraía hacia el puerto, y los vapores que partían y llegaban tuvieron siempre gran sugestión para su alma. (...)

En esta pizarrita, cuando llegaba tarde, me escribía: "Viejita llámeme a las 9". Y yo no podía reprimir el recuerdo de su lejana infancia, cuando iba a la escuela y hacía sus deberes sobre la misma pizarra vieja. (...)

Mi hijo creía en Dios. En el colegio San Carlos hizo los seis grados primarios, y el primer año de bachillerato. Allí tomó su primera comunión. Entonces tenía catorce años, y mi vida era muy sufrida y trabajosa. (...)

Mis primeros años aquí -nos dice la madre-, fueron laboriosos. Yo trabajaba como planchadora y no podía atenderlo.
Entonces fue que esta señora (por Anais Beaux, nos) que hoy me acompaña se hizo cargo de él y lo cuidaba. Era ya un muchacho inquieto, y no podía estar mucho tiempo sin sentir necesidad de cambios. Desfiló por todos los aprendizajes. Lo puse una vez como ayudante de un joyero, y a los pocos días me fue a ver para regalarme un anillo que me había hecho. No pensaba más que en eso, en mostrarme su cariño de hijo bueno". 
(LA MADRE DE GARDEL SUEÑA QUE SU HIJO NO HA MUERTO", La Canción Moderna, 1935, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

"La vida en ese tiempo -prosigue la viejita- era muy dura, y por mi trabajo era materialmente imposible atender a Carlitos. Entonces fue que resolví entregarlo a una familia que lo quería como un hijo, y de quienes éramos casi vecinos. Así la casa de doña Rosa C. de Franchini se convirtió en un verdadero hogar para mi hijito. Ustedes pueden ir a visitar a los hijos de esta señora, porque la pobrecita ha muerto hace quince años, y ellos le dirán cómo era Carlitos cuando chico, sus inquietudes, y cuánto corazón tenía.
-Carlitos no sabía hablar francés cuando chico. Por eso, algunas veces yo no podía retarlo, porque como hablaba muy poco en castellano, si lo retaba en francés mi hijito se reía. Yo también concluía por reírme y lo abrazaba. En  ningún sitio podía estarse tranquilo. Cuando terminó sexto grado, con las mejores calificaciones, según ustedes podrán ver, no quiso estudiar más.
Entonces lo coloqué en los más diversos oficios. Tenía habilidad para todos los trabajos. Estuvo un tiempo en una cartonería al lado de la casa que ocupábamos... pero no duró. El dueño lo quería mucho y me lo reclamaba. Después estuvo de tipógrafo y llegaron a pagarle treinta pesos mensuales, cosa que en aquel tiempo, y para un muchacho de su edad, era una verdadera fortuna. Tampoco puedo olvidarme de cuando lo coloqué en una joyería. ¡Pobrecito! A la primera salida, quince días después, vino a verme y me traía un regalito escondido en la mano. Cuando la abrió, vi que dentro había un anillito que él mismo había hecho... para mí... El mismo me lo puso en el dedo y lo miraba con orgullo...¡Ah, mi muchachito...!" (...)

-Nunca me voy a olvidar -dice la viejita con una suave sonrisa- de aquella tarde que llegó a casa a decirme que "esa noche tenía un programa"... Seguramente sería para ir a cantar a casa de alguna familia amiga. Con su carita llena de picardía y ademanes de hombre grande, me pedía la llave de la puerta de calle...¿Se dan cuenta?
Y, ¿qué edad tenía?- le preguntamos.
-Doce años."

(LA VERDADERA VIDA DE CARLOS GARDEL RECOGIDA DE LABIOS DE SU PROPIA MADRE", La Canción Moderna, 1935, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

"Recuerdo -exclama (Berta, nos) que una tarde, Carlos tenía cinco años, se me escapó desnudito a la calle. Yo y todas las vecinas nos asustamos, pues, no sabíamos a donde estaba.
Al rato lo trajo el almacenero de la esquina.
Carlitos venía de lo más risueño...
-¿Por qué te fuiste, malo, -le preguntó la madre recobrada del pequeño susto.
-Y no ves, "mami" -respondió el pibe Carlitos mostrándole una golosina -fui a la esquina a comprar caramelos...
Así era. El almacenero, que lo conocía, cuando el purrete le pidió caramelos, se los dio riendo...

Otra anécdota interesante es la siguiente:
Carlos tenía entonces, unos seis años.
Había estado comiendo un dulce que había hecho su viejita y le pidió más. Como Doña Berta tenía temor de que demasiado le hiciera daño, por supuesto se negó a suministrarle más dulce.
¿Qué hizo este diablo de Carlos?... Se subió a una escalera que unos pintores habían dejado arreglando la casa y desde lo alto empezó a gritar. Vino la madre corriendo y al verlo en lo alto, se impresionó enormemente.
-Bajate, por Dios, Carlitos! Te vas a caer...
-Me bajo si me das unpoco más de dulce...
Y la viejita, ante esta "extorsión" del purrete pillo, a sus sentimientos de madre ¿qué iba a hacer? Transó nomás...
¡Ah! Pero nos olvidábamos de referir esta otra anécdota, que muestra ya de cuerpo entero al pibe aventureror y audaz.
Carlitos no tenía cinco años. Como le gustaban las golosinas y Doña Berta notaba que le hacían daño al estómago, resolvió sacarle del alcance de la mano, todas las pequeñas moneditas...
¿Saben lo que hizo éste?...Una tarde, en un descuido de la viejita desapareció... ¿Dónde?...
A la noche lo encontraron vendiendo cajitas de fósforos por el puerto...
-¿Y para qué lo hizo, mi hijo? -le interrogó la madre, cuando se lo devolvieron a la casa.
-No te enojes, "mami"... Pero como vos no me dabas ninguna moneda para chocolate...
Y así se le "espiantó" la infancia a Carlos; haciendo siempre diabluras de las suyas...

(...)
¡Si parece que fue ayer nomás!... Parece ayer cuando se puso "los leones largos"...
Doña Berta lo contempla con ojos enamorados al muchachito suyo que reicén asomaba su labio al bozo del bigote...
El hinchaba el pecho y tosía fuerte. Se sentía un hombrecito. Aquella noche, antes de irse, llamó aparte a doña Berta con gran sigilo.
-¿Qué te ocurre?...Habla...
Carlitos, tenía ganas de decirle algo, pero no se animaba...
-Y...viejita... Vos comprendés...Ahora que ya soy un hombre, creo que puedo tener la llave de la puerta cancel...
¡Hombrecito!... Era así, nomás. Y Carlitos como un verdadero hombrecito aquella noche la festó en grande.
¡Para no festejarlo si se le habían "alargado los días"!...

(VISITAMOS A LA IDOLATRADA MADRECITA DE CARLITOS DOÑA BERTA GARDES, El Canta Claro, 1936, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).


Los Franchini

"Es una casita modesta, con un arbusto de mandarina tras la reja de entrada. Allí viven varios hermanos, que nos reciben con las manos extendidas en una franca cordialidad. Saben a qué vamos. Vamos a hablarles de aquel muchachito travieso que durante cinco años fue hermanito de ellos, en quien adiviniaban un destino extraño a la humildad de ellos mismos. (...)
Nosotros vivíamos en la calle Corrientes entre Paraná y Uruguay, en una casa de inquilinato. Nuestra madre lo quería a Carlitos entrañablemente, y éste la llamaba "mamá Rosa". Doña Berta venía a verlo muy a menudo, y se puede decir que tenía dos amores maternos. No lo olvidamos nunca. Era de un carácter muy vivaz, muy travieso, pero tan bueno... (...) Si parece que fue ayer cuando se escapó de casa, y alguien nos vino a decir que lo habían visto en el puerto, con otros chicos, vendiendo fósforos. Pero el pobrecito no tenía noción ninguna de maldad. Tampoco era para tener monedas y malgastarlas... (...)

-Yo creo -dice uno de los hermanos- que desde muy chiquito soñaba con ser cantor. El mismo lo decía. Muchas veces, de noche, cuando se acostaba, lo veíamos en la cama con un pequeño palo, a manera de guitarra, y cantaba las canciones de la época, mientras decía: "Yo voy a ser un gran cantor". (...)
Su infancia fue toda así. Pasamos por él más de un sobresalto. A los siete años se sentaba en las puertas de calle a cantar, y enseguida lo rodeaba un mundo de muchachitos y por intermedio de ellos, muchas familias se lo llevaban a sus hogares, durante días enteros. Después volvía como si nada hubiese pasado, y su ternura borraba toda intención de castigarlo. Más tarde, doña Berta lo inscribió en el colegio San Carlos, y algún tiempo después volvía a vivir con ella...(LA MADRE DE GARDEL SUEÑA QUE SU HIJO NO HA MUERTO", La Canción Moderna, 1935, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

La infancia de Gardel en el recuerdo de amigos y compañeros

Esteban Capot


"Nuestras madres trataron de vivir lo más cerca posible. Berta y Carlos fueron a un inquilinato de la calle Talcahuano 35. Mi madre y yo a otro ubicado en Uruguay 612.
-¿Cómo fueron los primeros tiempo?
-De trabajo. Berta Gardés planchaba en el taller de Montevideo entre Corrientes y Lavalle.
-¿Y su madre?
-Arreglaba sombreros y fabricaba cigarrillos con maquinita, a la usanza de la época (...)

-Cuando doña Berta Gardés iba al taller de planchado de la calle Talcahuano 35, ¿Con quién quedaba Carlos?
-Al cuidado de mi madre. Era un muchachito encantador, vivaracho y difícil de contener: todo él expresaba asombro y alegría.(...) (Berta) comenzó a ganar buen sueldo y a administrar mejor, de tal maneraque a su hijo lo internó en el colegio San Carlos, donde, si mal no recuerdo, pagaba algo así como  treinta pesos mensuales.
(...)
-¿Cuándo se volvieron a encontrar?
-En la época de sus pantalones largos. Cuando se escapaba para cantar en la fonda "El pajarito". El dueño le daba de comer a cambio de canzonetas napolitanas.
-¿En esa época Gardel tenía algún trabajo?
-Sí. En la cartonería de Pagliani, que estaba, ubicada en la calle Cangallo y Sadi Carnot. Ahí hacía con gran habilidad caja de bombones y hasta de pronto -y eso era poco frecuente- creaba nuevos tipos, dando rienda a su imaginación.
-¿Era bueno como empleado?
-Bueno y divertido. Me acuerdo que a dos por tres ponía chinches en el asiento del dueño, que siempre se hacía el desentendido.
-¿Cuánto tiempo trabajó en esa cartonería?
-Casi tres años. Durante dos estuvo sentado cerca de la administración, una oficina pequeña próxima al taller; Carlos siempre cantaba, y el italiano, dueño de casa, paraba la oreja, hasta que un día le dijo: -"Che, vení p´ acá. Te pago diez centavos extra si te quedás a cantar después del trabajo". Y ése debe haber sido, junto a las comidas del dueño de la fonda "El pajarito", uno de los primeros sueldos que Carlos ganó con su garganta.
-¿Gardel tenía alguna profesión?
-Era tipógrafo. La había aprendido en el colegio San Carlos.
-¿Trabajó en algún lado como tal?
-Sí. En la imprenta de Cúneo, que se llamaba "Au Bon Marché", que estaba en Florida y Córdoba. Allí trabajamos juntos. Cuando cobraba, contaba rápidamente el dinero y decía: "-¡Chau..., quincena....!" y por un tiempo desaparecía; es decir, por el tiempo que le duraba la plata. Después, a las cansadas, volvía como pollo mojado, y aunque el dueño quisiera reprenderlo la sonrisa de Carlos y su gran simpatía hacía que aquél aflojara y le diera nuevamente trabajo. Calros conocía el valor de su encanto personal y en alguno de sus regresos, cuando conseguía que Cúneo lo disculpara, cubría su puesto sonriendo y diciéndonos: "-¿Vieron cómo lo tumbé...?"
(Esteban Capot, A LA BÚSQUEDA DE LA INFANCIA DE CARLOS GARDEL, Platea, 1960, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

Terig Tucci
“Gardel amaba la música, toda la música, popular y clásica... –nos cuenta Terig Tucci, el musicalizador de las películas del cantor en Nueva York–, su entusiasmo por el divino arte se evidencia el día que pasa por su barrio del mercado del Abasto un desfile encabezado por una banda de música. Gardel –muchacho de cuatro años entonces– sigue el desfile por un montón de cuadras, hasta perderse irremediablemente en el laberinto de la ciudad. Afortunadamente, la policía lo reintegra a su hogar. De allí en adelante, cuando pasaba una banda de música por la calle o al menor despliegue de redoble de tambores o toques de clarín, su ansiosa madre, doña Berta, buscaba a su hijo y lo tenía bajo la más estricta supervisión maternal hasta que la música se perdía a la distancia. Ya había tenido la pobre señora una terrible angustia cuando pidió la ayuda de la policía para encontrar a su hijito y no deseaba pasar por ese mismo trance una segunda vez. Ese apasionado apego de Gardel a la música lo acompañó todos los días de su vida.” (GARDEL LA BIOGRAFÍA, Capítulo 2, tomado de Tucci, T. (1992), p. 198).

Pedro Maffia

"-Vivimos la misma infancia -agrega Maffia- sin conocernos. Los dos teníamos nuestros hogares pegados pared a pared. Allá en la calle Larrea, entre Cangallo y Cuyo, que después se llamó Sarmiento. Gardel era un muchacho gordito, descuidado y simpático. Nos conocíamos por apodos y ni él ni yo soñábamos, seguramente, lo que la vida nos deparaba. Cuando salía del taller de planchado de la señora amiga de su madre que lo cuidaba, con grandes atados de ropa, nadie en el barrio se hubiera animado a vaticinarle que sería después el ídolo más grande y más querido de Buenos Aires (...) Era andariego y simple. Jugábamos al fútbol, a todos los juegos de muchachos, y nunca ví en él un gesto áspero. Si lo golpeaban, sonreía y seguía jugando. Si perdía la ropa que le daban para entregar, jugando en la calle, sufría más por el disgusto que proporcionaría a su cuidadora que por temor al castigo. Hasta que fuimos haciéndonos hombres y, un buen día, desapareció del barrio junto a su segunda madre" (CARLOS GARDEL A DOS AÑOS DE SU DESAPARICIÓN, Radiolandia, 1937, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).


"Eras Carlos Gardel, "Carlitos"... Habías sido "El Morocho del Abasto" y "El francesito"; eso lo permitías porque fue un pedazo de tu pobre vida, de tu andar y andar por el mundo". (Celedonio Flores, en Cantando, 1946, citado en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

"Se lo sabía surgido de la masa, de lo oscuro que la masa tiene de igual con lo que precede a la vida del hombre. Todos conocían algo de su infancia, de sus años mozos, de su iniciación como artitas, pero los datos, apasionados siempre, entrechocaban su disparidad como olas de una misma agua.
No era hijo de españoles, ni de italianos, ni de argentinos, sino de franceses, francés él mismo, este origen, menos frecuente que los anteriores, a él, en vez de alejarlo, lo acercaba". 
(LO QUE MURIÓ CON GARDEL, Delfino, A., El Suplemento, 1935, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

La infancia de Gardel en palabras de Gardel

"La verdad es que soy natural de Montevideo, capital del Uruguay, mi patria. Allí pasé mi infancia y parte de mi juventud."
(Carlos Gardel, “POPULAR FILM”, Nº 336, 1933, SEGUNDA SALIDA A LA PANTALLA DE CARLOS GARDEL).

"-¿De qué nacionalidad eran sus padres?
-Franceses.
-Dígame la profesión que ejercía su padre.
– Era tipógrafo, tenía una imprenta"(Carlos Gardel, entrevista de Segundo Bresciano, junio de 1930, citado en http://carlosperuzzo.com.br/carlos-gardel/biografia-martina-iniguez/).

"Cierta tarde al pasar Carlos con su cohce frente a una casa de la calle Uruguay, en compañía de su novia (por Isabel del Valle, nos), le pidió a Antonio (por Sumaje, nos) que detuviera la marcha e invitó a su novia a descender con él. Frente a la puerta de dicha casa, Carlos, señalándola, le dijo a Isabelita:

-Mirá gordita. Esta casa para mí tiene muchos recuerdos de infancia. Hablan estas viejas paredes de mis garufas de pibe, de mis primeros entreveros y te pueden decir ellas, de mis primeros berretines de mocito entonado. ¡Cuántos recuerdos queridos tiene para mí esta vieja casa!..." 


(EL GRAN AMOR EN LA VIDA DE CARLOS GARDEL: SU NOVIA ISABELITA DEL VALLE, La Canción Moderna, 1935, en Peluso H. y Visconti, E., 20014, Carlos Gardel y la prensa después de su muerte (1935-1950), Ediciones Corregidor, Buenos Aires).

2 comentarios:

  1. Dice Berta: "Carlitos no sabía hablar francés cuando chico. Por eso, algunas veces yo no podía retarlo, porque como hablaba muy poco en castellano, si lo retaba en francés mi hijito se reía." Si se refiere a Charles, no entiendo por qué no hablaría francés cuando chico, si vivió en Toulouse durante más de dos años. ¿Quién hablaba muy poco castellano? Descarto que se refiera a sí misma, pues había vivido varios años en Venezuela. Tiene que referirse, por tanto, a Charles, quien supuestamente no hablaba francés. Si se introduce un segundo niño, Carlos, las palabras de Berta adquieren sentido: era este quien no hablaba francés, era Charles quien hablaba muy poco en castellano.

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  2. Berta hablaba español muy bien, había vivido en Venezuela durante su adolescencia. Además, vinieron a Buenos Aires con Carlos muy pequeño, no necesariamente el niño aprendió el idioma por aquel entonces. Saludos

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